Descripción
Observando este cuadro se cae de inmediato en la equivocación que se trate de una procesión, como si el flautista de Hamelín, de los hermanos Grimm, en lugar de llevarse a ratas y a niños esta vez hubiera elegido tocar su flauta mágica para reunir todos los animales con cuernos puntiagudos.
Sin embargo, en la esquina derecha se observa a dos mujeres luchar entre sí. Una vestida de negro y con una enorme luna sobre la frente, mientras que la otra, con un flamante vestido rojo, la atraviesa con una lanza. Son la noche y la madrugada, la tiniebla y la luz en lucha perene por la conquista de un nuevo día. Viendo la noche asesinada, nos surge desde el pecho, inevitable, aquel grito: “centinela: ¿qué hay de la noche?” Hombrecillos mudos, pequeños, casi insignificantes, observan el desfile, pero se parecen al vigía en actitud de expectación y con la mente llena de grandes interrogantes. ¿Qué podrían decirnos?, ¿qué ven?, ¿qué intuyen?, ¿qué barruntan?, ¿qué atisban?
Se asoma el amanecer y la noche muere, mientras quizás se levanta un himno litúrgico: “Vi los cielos nuevos y la tierra nueva.” Porque es esto lo que ve el hombre: la salida del sol y el alejarse del peligro nocturno. En un mundo donde ya no existe la noche, donde las luces de la moderna tecnología confunden hasta las estrellas, puede que sea difícil apreciar la victoria de la madrugada sobre la tiniebla, parece un absurdo la plegaria del orante durante la salida del sol y sin embargo, nunca como hoy el hombre se siente realizado en sus anhelos de comunicación con el mundo que le rodea, hipnotizado por la belleza de los astros, porque ya sabe que en realidad, al llegar un nuevo día, nada muere y todo vuelve. Pese a la tecnología, seguimos siendo pequeños y aún limitadas nuestras capacidades de comprensión.
La obra de arte se envía en una caja de madera personalizada con su certificado correspondiente, sello y firma original del autor. Es un regalo único e irrepetible.
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