Descripción
Numerosos son los términos que rodean la espiritualidad del Flamenco. Esa energía, ese potencial
expresivo del cuerpo, de la comunicación gestual y ese misterioso encanto se definen en muchas
ocasiones como Duende, porque al fin y al cabo no se parece en nada que pueda ser realmente
descrito ni programado. Solo cuando un flamenco al cante, al toque o al baile, con sus palmas y su
taconeo, experimenta la llegada de esta enigmática hipnosis, es cuando se puede sentir la esencia
en estado puro del intercambio de energías y sentimiento.
En el baile flamenco, pies y manos, cara y cabello dibujan el compás en el escenario y permiten
diseñar siluetas con el cuerpo como si de un pincel se tratara. Mientras que la expresividad
eclosiona con tonos cromáticos que facilita el deleite y la belleza. Un baile que se nutre de objetos
para significarlo, de un bailaor o bailaora que se vale de su zapateo y de un músico también que
lleva el compás de la hipnótica sugestión según la intensidad o velocidad de ejecución. En el
Flamenco el cuerpo y la comunicación gestual son un pretexto para iniciar un debate que no
concluye sino que se nutre de la herencia para dejar hipnotizado a su público, que queda
embelesado, percibiendo en su oído ya solo este taconeo y en el corazón el palpito de las palmas,
de las voces, del ritmo apremiante e hipnótico.
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